Unas horas antes de Rosh HaShana (el Año Nuevo judío) suena el teléfono. “IsraAID” (la organización de ayuda humanitaria con sede en Israel que responde a crisis de emergencia y participa en el desarrollo internacional en todo el mundo) me está llamando.
“Se está organizando una delegación humanitaria para ayudar en México, ¿vienes? ¡Nos vamos esta noche!”
¡¿¡¿Esta noche?!?!
He estado siguiendo cada nueva noticia en los medios de comunicación desde que escuché del terrible terremoto en México, y estaba ansiosa por mi madre y amigos que viven allí.
Mi esposo me dice que me ponga a empacar, él hará la cena de Rosh Ha’shana y ambos esperamos que pueda acompañarlo a cenar antes de irme. Para ambos es claro: ¿Cómo no ir?, me dice, ‘¡Si es tu gente!’
El terremoto no fue tan duro como el de hace 32 años, pero dañó igual tanto a la Ciudad de México como a las ciudades y pueblos de la zona. Es muy extraño, sucedió exactamente el mismo día que hace 32 años, ¿cuáles son las probabilidades de eso?
Llegamos allí, un grupo de 5 mujeres de IsraAID, una enfermera mexicana, otra psicoterapeuta que hablaba un poco de español, dos coordinadoras y yo, todas de Israel. Más tarde, otros también se nos unirían.
Cuando llegamos a la Ciudad de México, la encontramos en total caos. Demasiadas personas, totalmente desorganizadas, todos tratando de ayudar como fuera posible y creando más conmoción de la que la naturaleza ya había creado.
Eran 2 días después del terremoto y habían llegado muchas delegaciones. La tarea de la nuestra era brindar apoyo psicosocial a los sobrevivientes, especialmente para tratar el trauma y procesar el duelo.
Decidimos ir a las pequeñas ciudades y pueblos aledaños que en su mayoría fueron casi olvidados. Escuchamos que Jojutla, una ciudad al sur de la Ciudad de México, fue fuertemente golpeada y que mucha gente estaba donando comida, agua, mantas, colchones y dando ayuda allí.
Gente, mucha gente, conducía de un lado a otro por las agrietadas carreteras llevando suministros y ofreciendo ayuda. Incluso la más pobre de las personas, la anciana que vende quesadillas en una esquina, las ofrecía gratis. Este terrible evento sacó lo mejor de la mayoría pero también lo peor en tantos otros. Afortunadamente, la mayoría de la gente dio desde el corazón.
Fuimos a muchas ciudades donde variedad de casas y edificios quedaron destruidos, y muchos más se fracturaron y estaban en peligro de caerse. Muchas escuelas e iglesias estaban irreparables y en línea para ser demolidas. Muchas de las personas que vivían allí, se instalaron fuera de sus casas, aterrorizadas, literalmente con sus camas en la calle, sin poder entrar a su casa de nuevo, pero incapaces de separarse de lo poco que todavía quedaba en pie.
Todos caminaban aturdidos, no había nada realmente que hacer, traumatizados, miraban sus paredes rotas. La mayoría de las escuelas e iglesias fueron destruidas y la vida se detuvo. La gente nos miraba con sospecha e incluso codicia al principio, con “¿qué me vas a dar?” en sus ojos suplicantes. Pero su verdadera necesidad era poder expresar su pánico. La mayoría tuvo que mantenerse fuerte para apoyar a los demás, especialmente a sus hijos, por lo que no habían hablado mucho sobre su experiencia durante el sismo. Descubrimos cómo tantos habían creído que ese era el final de sus vidas. Otros creyeron que era el fin del mundo y solo algunos pocos sobrevivirían. Alguien comentó que la antigua leyenda Azteca se hacía realidad: la serpiente emplumada daba coletazos.
Cuando llegábamos a algún pueblo, bajábamos de nuestro jeep y con un altoparlante llamábamos a los niños a que se nos unieran para hacer una actividad. Era como invitarlos ¡a una fiesta!
Una vez que llegaban algunos niños, principalmente por curiosidad —y preguntándose qué golosina les traíamos— comenzamos diferentes actividades con ellos. Nos aseguramos de crear un ambiente seguro y divertido, y un grupo que cuajara bien. Prendíamos la música y los invitábamos a bailar y a moverse para poderlos conectar con el momento presente, con su cuerpo y con la tierra firme. Las actividades comenzaban suave y lentamente hasta que teníamos un buen grupo de niños, y a veces incluso algunos adolecentes, listos para expresarse a través de colores. Algunas veces usamos tizas de color para hacer un “mural” en el suelo, ahí mismo, justo a donde estuviéramos.
En esta foto, varios de los voluntarios de IsraAID trabajan con los chiquitos sobre su mural en el suelo mientras una abuela los acompaña.
Yo quería trabajar con las técnicas que yo sabía que eran efectivas para tratar el estado de trauma en el que encontramos a la mayoría de la gente. Quise enseñarles por medio de un juego una técnica que los ayudara a tranquilizarse y procesar lo que les pasaba. Este juego era un trenecito que incluía el “Abrazo de la Mariposa”, una técnica (de EMDR) que podían usar para sí mismos y entre ellos. El mencionado “Abrazo de la Mariposa” se transformó rápidamente en el “abrazo del Ángel de la Guardia” creado por estos pequeñitos y ¡les encantó!
En más de una ocasión, cuando las madres y las abuelas, y uno que otro hombre curioso, rodeaban a los niños—que para entonces ya se divertían y se reían—yo invitaba a los adultos a que vinieran conmigo para hacer una actividad especial para ellos. Para entonces la música latina popular sonaba con brío y, a través del baile, los invitaba a unirse y seguirme. Lo hacían algunas divertidas después de tanto sufrimiento, otros con desconfianza… avergonzados y sorprendidos por el hecho de que, a pesar de la ansiedad, la pérdida y la desesperación, tenían incluso ganas de bailar con “Despacito”. Esta canción popular se convirtió en el “himno” de esta aventura, que utilizamos en muchas actividades… Despacito, pasito a pasito… a recuperar, reparar y reconstruir nuestras vidas.
En esta foto invitábamos al baile de Despacito mientras la gente aplaudía y reía con ganas después de dos días de trabajo sanador con los maestros de esta población.
En la pequeña y devastada ciudad de San Pablo Hidalgo, mientras los niños hacían su mural en el piso, llevé a unos 40 adultos a una pequeña plaza al otro lado de la calle. Nos sentamos en un gran círculo junto al árbol central. Todos querían hablar sobre dónde estaban cuando la tierra comenzó a sacudirse y a ondular y cómo reaccionó cada uno. La mayoría de ellos dijo que se arrodilló y rezó. ¡Tal fe en el corazón de estas personas!
Decidí entrar de lleno a ayudarlos a liberar el miedo atrapado en sus cuerpos con algo de EFT (Técnica de Liberación Emocional), mientras todos repetíamos al unísono: “Aunque todo se tambaleaba y estaba seguro de que me iba a morir, elijo relajarme y sentirme seguro ¡ahora! Este Tapping mezclado con EMDR se trenzó maravillosamente con el fabuloso programa Psico-Social de IsraAID: ayudándoles a encontrar y fortalecer sus recursos interiores, para que pudieran seguir adelante y reconstruir sus vidas nuevamente, cosa que todos tendrían que hacer, muchos de ellos desde cero.
Capacitamos a una gran cantidad de docentes y directores de escuelas para que pudieran volver a clases, con o sin escuelas reales, a pesar del temor constante a las inminentes réplicas. Ellos reportaban que finalmente pudieron reírse de nuevo y conectar con su propia creatividad, la que tanto necesitarían para recrear una atmósfera de normalidad.
En esta foto Etty Bielak, amiga desde la infancia y Terapeuta de Arte que se nos unió 3 semanas después y yo estamos trabajando con la Técnica de Liberación emocional, popularmente conocida como Tapping, con un grupo de maestros.
Lo que hice en México, ayudando a la gente a superar este desastre, es más o menos lo mismo que hago en mi práctica privada para ayudar a las personas a superar sus dificultades físicas, mentales y emocionales; para encontrar los recursos que ya tienen, para ayudarlos a manejar mejor y superar su ansiedad, su depresión, su inseguridad y/o su dolor. Cuando la adversidad nos golpea, hay muchas maneras y muy efectivas herramientas para reforzar la capacidad natural que todos tenemos de recuperarnos y para reparar las grietas en nuestro camino, no solo para seguir viviendo, sino para seguir adelante verdaderamente vivos.
Cuando nos íbamos de cada pueblo, conmovidos, con nuestro corazón estallando y los ojos llenos de lágrimas, montones de gente nos esperaba a los lados del camino despidiéndose y sosteniendo grandes pancartas bendiciéndonos y agradeciendo nuestro apoyo.
¡Qué gran regalo de año nuevo! ¡El augurio de una vida de servicio y propósito!
Shulamit Lando
Psicoterapeuta Cuerpo-Mente & Coach Médico
* Fotógrafa: Linda Lasky
Debido a una enfermedad supuestamente �incurable� y ansiosa por encontrar lo que me pudiera ayudar, me enter� de la conexi�n cuerpo-mente. A trav�s de los a�os siguientes a aquel diagn�stico me he entrenado en muchos diferentes enfoques terap�uticos y curativos.
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